Un imperio económico llamado Al Qaeda

Bin Laden ganó 250 millones de dólares con el derrumbamiento de las Torres, tras vender las acciones de la aseguradora de la 'City'.

JERUSALEN.- En la entrevista que Said bin Laden -primo del célebre terrorista- concedió al canal de televisión Al J'azira, hubo un momento excepcional. Fue cuando el banquero sustrajo del bolsillo el diploma que obtuvo Osama, al graduarse por la Universidad de J'edda. «No sólo la familia, sino también la casa real [saudí] tenía sus expectativas cifradas en él».

Pero Osama bin Laden, alias Mohamed Alk Wahad, alias Abdala Atia, rechazó la oferta que en 1981 le hizo Turki Ibn Aziz Bin Saud (hermano de Fahd, el actual monarca saudí) de convertirse en el ministro del Petróleo, puesto que entonces ya había elegido el Camino de la Iluminación. Arabia Saudí perdió a un gestor de primera línea. El terrorismo islámico ganó a una figura genial, en la que se funden el fanatismo más ciego con las más esclarecidas dotes administrativas.

Magia bursátil
No es casual que el saudí, de 48 años, haya sido el único inversor que supo sacar partido del derrumbamiento de las Torres Gemelas: alrededor de 250 millones de dólares se embolsó gracias a un pase de magia bursátil, mediante el cual adquirió y vendió las acciones de la compañía aseguradora de la City neoyorquina.

Que no quepa duda, Osama es una persona de costumbres ascéticas: la totalidad de las ganancias obtenidas irán a engrosar las arcas de Al Qaeda (la Base, en árabe), la gigantesca organización bélica-financiera que dirige el Iluminado.

Los orígenes de la multinacional del terror fueron humildes. Al Qaeda surgió de la crisálida que formaban dos grupos de veteranos de la guerra de Afganistán, bajo el mando de Abdula Azam, un acaudalado industrial de origen palestino. Azam, quien fue guía espiritual de Bin Laden, murió en Pakistán al estallar su automóvil. Se desconoce quién fue el autor de su muerte, aunque sí se sabe que, a partir de entonces, Osama tomó las riendas de la organización que había creado Azam en 1981, potenciando sobre todo su aparato financiero.

Poco antes de morir, el susodicho había roto con su discípulo, por la insistencia de éste en invertir el dinero procedente de las donaciones en negocios especulativos, algo que el Islam prohíbe. La muerte de aquel puritano le dejó a Osama las manos y la mente libres para construir su imperio.

Un imperio que según la revista Jane's Intelligence Review consta de los siguientes bienes reconocidos: barcos pesqueros y frigoríficos en Mombasa (Africa); la empresa de transportes marítimos Zirkani & Laden International, con sede en Sudán; el Banco de Recursos Botánicos de Jartum, dedicado a la exportación de frutos tratados genéticamente; talleres de pulido de diamantes y lapislázuli en Tayikistán; minas de diamantes en Uganda; empresas madereras en Turquía, y empresas exportadoras de frutas en diversos puntos de Africa y de Asia.

Las inversiones
Dice la revista Jane's que los ingresos de este grandioso consorcio -equivalentes a los de un estado emergente- se han triplicado gracias a las afortunadas inversiones realizadas en Europa y en Estados Unidos, por medio de bancos de Arabia Saudí y de los Emiratos, así como de Mauritania, Singapur, Malasia y Filipinas.

Diversas instituciones bancarias también le han prestado su fachada respetable a Bin Laden para adquirir uranio de Sudáfrica o pertrechos que llevan incorporadas altas tecnologías estadounidenses e israelíes, como por ejemplo aparatos de visión nocturna diseñados por ELTA (empresa de óptica y ordenadores de Tel Aviv) y aparatos de navegación guiados por satélite.

En la cúspide del aparato financiero se encuentra el propio Osama, pero de las transferencias del dinero se ocupa su cuñado, Muhamad J'amal Kalifa, un ingeniero graduado en la Universidad de Harvard. Del manejo de las donaciones provenientes de instituciones caritativas islámicas, con sede en Estados Unidos, son responsables el jeque Muhamad Al Amadi, quien reside en Etiopía, y un tal Abu Zubayda, administrador de origen palestino que reside la mayor parte del tiempo en Europa.

Según los servicios de inteligencia de Occidente, la mayoría de las donaciones, valoradas anualmente en 300-350 millones de dólares, descansan en una cuenta de Osama Bin Laden y Al-Qaeda.

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