Un par de minutos más tarde,
las cosas se empezaron a "aclarar". El accidente se convirtió en atentado y no
fue uno sino tres los aviones que cayeron sobre el World Trade Center y el Pentágono;
más tarde un cuarto avión caería sin alcanzar su objetivo hasta hoy no confirmado. Contado así, parece una más de las tantas películas de ciencia ficción que acostumbramos ver en la televisión o el cine, un relato que no es más que manchas de tintas en las hojas de un libro, pero dolorosamente debo despertar y reconocer que no es así. |
Los detalles están de más, los medios de
comunicación han bombardeado al mundo con detalles del cruento atentado terrorista, una
carnicería injustificable, un acto de salvajismo que va más allá de los limites de la
imaginación. Es que no fue simplemente un golpe al orgullo americano, no fue tan sólo el
quebrantamiento de los sistemas de seguridad e inteligencia mas reconocidos de la orbe,
fue un daga al corazón del mundo, un atentado a la humanidad.
No importó si eran norteamericanos o mexicanos, peruanos o guatemaltecos, salvadoreños o
chilenos, miles de personas sin importar banderas apagaron las luces de sus corazones y
cientos de familias en el mundo se desgarran de dolor porque uno de los suyos estaba en el
peor lugar que podía haber estado aquella mañana de martes.
Y que ganaron ..., absolutamente nada, lo único que consiguieron fue inundar al mundo de
sinceras lágrimas de dolor, lágrimas que se han mezclado sin reconocer banderas, razas,
ideologías ni religión, lágrimas que claman por el derecho natural al que todos
aspiramos de vivir en un mundo en paz.
Hoy, quiero hacerles una invitación. Yo,
que no soy nadie, que no he ganado nada, pero que tengo la posibilidad de estar detrás de
un computador escribiendo para ustedes. Los invito a hacer un alto, es una invitación que
no pueden rechazar, los invito a observar este nuevo mundo, a darse cuenta de la
metamorfosis que se presenta ante nuestros ojos, los invito no a reflexionar, ni a seguir
llorando, los invito a levantar la voz.
Cuantas veces en mi corta vida he escuchado decir a los gobernantes de las naciones que
ellos son la voz del pueblo, los representantes de los comunes, que se deben a nosotros
pues hemos sido nosotros quienes lo hemos puesto en lugar donde se encuentran. Hoy, invito
a todos quiénes son parte de ese pueblo a levantar la voz, los llamo a recordarle a esos
gobernantes sus propias palabras, los insto a pedir paz.
Es hora de que los comunes levantemos la voz, juntos y desde todos los rincones del mundo,
sin importar nada más que un mismo deseo, convirtamos lo que desde hace muchos años ha
venido escuchándose como un rumor, en un grito insoportable, en un clamor imposible de
acallar, los llamo, no a pedir sino a exigir la paz.
No importa hoy si es en inglés o en alemán, en hebreo o en español, los invito a que
desde todos los rincones del mundo elevemos juntos una plegaria al creador, sea cual sea
el nombre que le demos a este y roguemos al ser superior que despeje los oídos de los
gobernantes para que puedan escuchar con claridad que los comunes, que el pueblo, busca
única y exclusivamente la paz para el mundo en que vivimos y que de una vez por todas,
cientos, miles o millones de civiles inocentes dejen de pagar con sus vidas, los actos
poco afortunados de unos cuantos.