Bélgica

En el 500 a.c. Bélgica estaba habitada por los celtas, que mantenían relaciones comerciales con el mundo mediterráneo, sobre todo con los etruscos.

En el año 57 a. c. Julio César conquistó el país. Fueron los últimos en resistir los ataques del ejército romano, su dura resistencia llevó al ejército romano a cometer crueles matanzas. Una vez conquistado el país, Julio César favoreció la inmigración de tribus germanas a estas regiones. La construcción de carreteras por todo su territorio, favoreció el comercio entre las diferentes zonas del Imperio. En el siglo III bélgica era un batiburrillo de celtas, germanos, galos y romanos.

La dinastía Carolingia llegó al poder con Carlo Magno, su representante más notable. Con la muerte de su hijo, Ludovico el Piado, Franconia se repartió entre los dos lados del río Escaldis, de modo que el este de Bélgica pertenecía al Sacro Imperio Romano Germánico, y el oeste era de Francia.

Durante las invasiones de los vikingos, en la segunda mitad del siglo IX, el poder central se debilitó, y la élite local se hizo con el poder. Se hablaban las lenguas germánicas y románicas. La separación producida en Bélgica hizo que se formara una frontera lingüística: la frontera que hoy separa Walonia de Flandes. La pérdida de poder de los reyes de Francia y Alemania hizo que los duques y condes se apoderaran del país y lucharan por aumentar su poder. El condado de Flandes tuvo la mayor expansión económica, ciudad a la que se llamó "la Venecia del Norte", pasaba todo el comercio que se realizaba entre el Mediterráneo y el Báltico. Flandes era el gran deseo de los reyes franceses, que querían reconquistar la zona. La nobleza francesa, el rey y todos sus caballeros libraron una gran batalla contra las ciudades flamencas. Vencieron los flamencos, asegurando su libertad durante algunos años
En 1376 comenzó el reinado de los duques de Burgundia que limitaron el poder de las ciudades y crearon instituciones para la jurisdicción y el gobierno.

Bajo el reinado de Leopoldo I y de su hijo, Leopoldo II, Bélgica conoció su segunda expansión industrial.

Aunque Bélgica se declaró oficialmente neutral en la Primera Guerra Mundial, el ejército alemán ocupó gran parte de su territorio. El ejército belga, bajo el mandato del rey Alberto I, pudo resistir el ataque alemán, retirándose detrás del río Yzer, donde se libró una guerra de trincheras que duró cuatro años y que acabó con la vida de cientos de miles de aliados.

Igual que en el resto del mundo, la gran crisis económica que siguió a la Primera Guerra Mundial produjo los problemas políticos con el nacional-socialismo que acabaron con la invasión de Bélgica por parte del ejército alemán. Después de diez días de duros combates, el rey Leopoldo III decidió la rendición, en contra de la voluntad del gobierno.

Bélgica ha sido uno de los motores de la unificación europea, primero con la Unión Económica Belga-Luxemburguesa, hasta la aparición de la Comunidad Europea.

Aunque son muchos los que dudan de la supervivencia de un país con dos idiomas distintos, no se trata de dos pueblos o unidades étnicas diferentes, sino de un conjunto de mezclas e influencias de todos los pueblos europeos. Por eso hay que definir a Bélgica como un conjunto cultural abierto y muy libertario.

Bélgica es, al final, como un pequeño mundo, y eso también se refleja en su cultura cervecera, que tiene una riqueza de sabores y estilos no igualada en otro lugar.